El consumidor español está más preocupado por su salud, dispone de más formación a la vez que demanda más información y es mucho más exigente y eficiente en la gestión de su compra.
Esta es la conclusión a la que han llegado FUCI y las asociaciones de consumidores CEACCU, CECU, UNAE y UCA/CAUCE y Mercadona tras una encuesta realizada a 750 familias en el ámbito nacional.
Esta encuesta se ha realizado en el marco de un estudio global con título “El nuevo perfil del consumidor”; en el que, a través de cinco capítulos, se va analizando al nuevo consumidor desde diferentes perspectivas.
En esta publicación se presentan las conclusiones del segundo capítulo, “Nuevos hábitos de compra y consumo de alimentos”. Esta parte del estudio, ha sido elaborado por CEACCU pudiendo ser descargado en este enlace. Los tres capítulos restantes, también serán públicos y accesibles, a través de este mismo medio y el de las citadas asociaciones, en los próximos meses.
También puedes consultar el primer capítulo del estudio dedicado a “El gran reto de la digitalización en el sector alimentario”.
Un consumidor más formado y más preocupado por su salud
La mayoría de la población española, un 87%, demuestra su preocupación por llevar una dieta sana. Sin embargo, menos de la mitad, el 42%, reconocen no llevarla a cabo. Así, cabe destacar que casi la mitad de los encuestados nunca toman un desayuno completo o que el consumo de fruta y verdura, pescado o legumbres no alcanzan las recomendaciones de una dieta sana y equilibrada.
Respecto a la información que los consumidores disponen en el etiquetado del producto es relevante el dato de que más del 70% de los encuestados afirman no leer totalmente la etiqueta, bien por el tamaño de la letra, por el exceso de información o porque sencillamente no la entienden (el 85 % de los encuestados dicen no entender la práctica totalidad de la información que aparece en la etiqueta), o no les aporta valor (el 61% de los encuestados piensan que las etiquetas no satisfacen sus necesidades informativas).
Entre los aspectos de la etiqueta a los que los consumidores prestan más atención son, por este orden: las fechas de consumo, los ingredientes y el origen del producto. Si bien es cierto que ciertas declaraciones nutricionales de los productos como “bajo en materia grasa”, “light”, “sin azucares añadidos”, etc, son bien aceptadas por el consumidor, el 73% de los encuestados opinan que alegaciones de salud como “cuida tu corazón”, “mejora tus defensas”, entre otras no les aportan mucho valor, siendo muy críticos con dichas alegaciones. Solo el 34% de los encuestados están dispuestos a pagar más por este tipo de productos.
Además, de los resultados de esta encuesta, se desprende que el consumidor actual está más formado. Expresiones como fibra, colesterol, antioxidantes, sal, omega- 3 y omega- 6, son las más conocidas y las que mejor entienden; mientras que otras expresiones como fitosteroles, grasas monoinsaturadas o grasas trans son las menos comprendidas entre los consumidores. De hecho, paradójicamente, y frente al aumento de la preocupación por la salud, el 42% de los encuestados indican que lo que más les cuesta entender es la información referente a la composición nutricional y solo el 28% reconoce que la etiqueta le ha ayudado a saber más sobre alimentación/nutrición y salud.
Un consumidor más solidario y responsable
La preocupación por la salud no ha sido el único factor impulsor del cambio de hábitos de consumo de estos últimos años. La situación económica y la conciencia social también han provocado que alguno de esos hábitos estén cambiando. Así, la mayoría de los consumidores, el 63%, reconocen que compran realmente solo lo que necesitan y que las razones principales de tirar alimentos son por haberse pasado de fecha (en el 31% de los casos) o porque son restos que no se pueden utilizar (en el 30% de los casos). Aun así, es evidente en todos los casos que existe una tendencia a evitar el desperdicio de alimentos en los hogares aunque haya aún mucho camino por recorrer.